Vamos y venimos como cada ola que rompe en la orilla dejando su espuma y su efecto al mojarnos los pies. Sentimos cómo se mojan nuestros pies, sentimos su frescura. Cerramos los ojos y, por un momento, nos dejamos llevar mar adentro. Nos sentimos libres en medio de ese paraíso aunque realmente exista una jaula que encierre esa libertad y la lleve mar adentro. La ahoga. Nos deja sin respiración.
A medida que crecemos, creamos esa jaula que encierra todos nuestros miedos, nuestras emociones, nuestras relaciones, llegando a tal punto que nos encerramos a nosotros mismos. Además, tenemos la gran capacidad para crear esos candados que cerramos directamente. Que nadie los toque. Que nadie los intente abrir.
Llaves. Qué bonita palabra. Fricativa palatal seguida de labiodental. Nuestra lengua hace el primer recorrido acabado con un roce de dientes en nuestros labios. Qué fácil pronunciarla, qué fácil es soltarla de nuestros labios y qué difícil cogerla al vuelo. La lanzamos a ese mar que nos rodea en el último suspiro, aquel en el que pronunciamos esa ese final y de un soplido la alejamos de nosotros. Dejamos que la marea suba y baje. Y con ella, con una ola que venga y la atrape, se la lleve a lo más profundo.
José Ángel Moya Molina
Lo malo es que la ola vuelva a llevar la llave a la orilla... ¡Me ha encantado!
ResponderEliminarBesotes!!!
<3
ResponderEliminarNo tengo más que decir.
Simplemente me encantó! Gracias por compartirlo <3
ResponderEliminarMuy buen texto, muy simbólico y extremadamente cuidado en el léxico, con mucha riqueza.
ResponderEliminarY además, me ha gustado
Besos
Qué bonito! Gracias por compartirlo! Un beso!
ResponderEliminarHolaaa
ResponderEliminarHa sido precioso, me ha encantado, lo he leído dos veces y creó que de una tercera no se libra.
Un beso enorme.
Que precioso y que triste. Y también que cierto.
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